El dolor es mi testigo

¿Por qué sufrimos?

No me gustan las cuestiones especialmente generales cuando comienzo un diálogo filosófico conmigo misma. Como buena estudiosa que soy no puedo esconder ni aunque lo intente mi pretensión de llegar a la anhelada universalidad, pero sin embargo, a la hora de hablar y poner palabra y sentido a las cosas, me gusta partir de relatos concretos.

A veces, algunos días, o en momentos de mi día a día, me encuentro enfrentada ante un bloqueo. En mi caso, el bloqueo es una especie de barrera que me impide moverme, sentir y pensar con claridad, y se debe a que soy una pluma que vuela de un sitio a otro y que intenta estar en todos lados y al final no se encuentra en ninguno. A veces esta percepción de mi propio hacer me gusta, le río con encanto y digo: ay, mírala, ya vuela de aquí para allá, tan curiosa e inquieta. Pero otras veces se instaura en mí en forma de miedo y me genera un mar de dudas.

Siendo consciente de que no soy una espécimen exclusivo en la tierra, mi lógica íntegra me dice que, como yo, todas las personas que me rodean deben sentirse así en algunos instantes de su vida. Sin embargo, el mundo no parece estar hecho para personas así. Y en esos momentos, en los que tengo que decantarme, posicionarme, entrar a la acción en algo, tomar decisiones o apostar por algo, me bloqueo. En esos momentos, ansiedad podría ser mi segundo apellido. Y la ansiedad genera sufrimiento. Tristeza es entonces el estado que acogen mi mente y mi cuerpo durante un tiempo, y en mi aparente jovialidad y alegría, se esconde un mar de dudas y una fuerte aspiración a encontrarme de nuevo.

Vivimos en un mundo en el que reconocernos como vulnerables y seres que sufren y padecen es de fracasados, en el que todo lo que debes hacer es mostrar tu aparente felicidad y tu vida entusiasmada motivada al alcance de sueños y proyectos vitales. El éxito es la potencia que guía nuestros pasos y mostrarnos como animales perdidos es cosa de seres anónimos, perdedores, que no tienen una identidad fuertemente construida y definida que proyectar en los demás.

Sin embargo, el ser humano, por infinitas causas filosóficas, pedagógicas y psicológicas (y de ello se deduce que también biológicas) es un ser problemático. Un ser que padece y que parece moverse por el sufrimiento (o su evitación a él, que es lo mismo).

Cuando estoy así, no consigo calmarme, pues el miedo no se apiada de mí, pero en mi propia voz interior encuentro palabras que me reconfortan y me hacen acoger esa tristeza como algo que va y debe formar parte de mí, para siempre, en algunos momentos, para hacerme vivir de verdad:

Porque la vida del ser humano, por su propio potencial, evitando el miedo, el sufrimiento, la tristeza, la vulnerabilidad (para sobrevivir, como animales que somos), no puede evitar, sin embargo, por ser una vida consciente, caer en este miedo, sufrimiento, tristeza: pues es un ser vulnerable, un ser movido a su vez por actitudes ambivalentes que le hacen oscilar entre distintas emociones a veces muy contradictorias, como el amor o el odio, o la alegría y la tristeza.

Por ser una vida consciente, tenemos la suerte (o la desgracia, precisamente si no lo gestionamos bien) de saberlo, de sentirlo, de pensarlo. Y entonces es cuando nos podemos dar cuenta de que debemos aprovechar cada estado, vivirlo y acogerlo en toda su plenitud, pues nada sería peor que rechazarlo como algo que no (debe) formar parte de nosotros: pues al hacerlo, renunciamos a algo que en nuestra naturaleza es esencial.

Takahiro kimura

Pic: Takahiro Kimura